"OUT" DE NATSUO KIRINO

Un cadáver unirá a cuatro compañeras que trabajan en el turno de noche de una fábrica de comida preparada en los suburbios de Tokio. Masako, Kuniko, Yoshie y Yayoi son muy distintas, pero todas ellas tienen unas vidas tristes y carentes de interés. Masako vive con un marido y un hijo con los que sólo comparte el espacio, Kuniko es una fashion-victim abandonada por su novio que debe una gran suma de dinero, Yoshie, a la que todas llaman la Maestra, es una viuda que cuida de una suegra postrada en el lecho y de dos díscolas hijas, y Yayoi es una joven que soporta los malos tratos de su marido, habitual de cabarets y casas de juego.

Natsue kirino, conocida en Estados Unidos como la reina japonesa del crimen, crea en Out una atmósfera lúgubre que lo impregna todo, la deprimente fábrica donde las protagonistas acuden cada noche para ocupar su puesto en la cadena de montaje de unas bandejas de comida preparada, los domicilios donde se echan a dormir durante el día, y los seres que comparten su deambular sonámbulo. Pero el destino tiene algo reservado para estas cuatro mujeres, algo que cambiará sus vidas irremediablemente.

Dura crítica de la sociedad japonesa actual, de su individualismo y su culto al éxito, Out es una novela de esas que no puedes dejar. Te atrapa desde la primera página, y a pesar de su frialdad y fatalismo, porque para los personajes creados por Natsuo Kirino parece no haber esperanza, no deseas otra cosa que compartir las peripecias de estas cuatro mujeres.

Natsuo kirino, seudónimo de Mariko Hashioka, es una de las novelistas más leídas, y reconocidas de su país. Recientemente se ha publicado en España Grotesco, que aún no he leído.

Out fue llevada al cine por Hirayama  Hideyuki en 2002, actualmente se ha anunciado el rodaje de una producción norteamericana sobre la novela que dirigirá Hideo Nakata.

Aquí os dejo el comienzo:

Cuando despertó al atardecer, Masako se sentía un poco triste. El hecho de que con la llegada del otoño anocheciera antes era bastante deprimente. Sin moverse de la cama, observó cómo el sol desaparecía paulatinamente para dar paso a la oscuridad.

En esos momentos, trabajar en el turno de noche se le antojaba insoportable. No era de extrañar que muchas de las mujeres en su misma tesitura acabaran neuróticas. Con todo, lo que las llevaba a la depresión no era tanto la oscuridad como la sensación de vivir con el paso cambiado, de ir siempre a contracorriente.

¿Cuántas mañanas había pasado atareada, sin un momento para respirar? Siempre había sido la primera en levantarse para preparar el desayuno y la comida, tender la ropa, vestirse, soportar el malhumor de su hijo y llevarlo a la escuela. Había vivido muchos días pendiente del reloj, yendo de aquí para allá, sin tiempo ni siquiera para hojear el periódico o leer un libro, durmiendo menos horas de las necesarias para llegar a todo y sacrificando los pocos días festivos para hacer la colada y limpiar la casa. Ésos habían sido días normales, inocentes y libres de la tristeza que sentía en esos momentos.